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Falleció Cornelis Zitman, el escultor de la mujer venezolana

Apenas se enteró de la muerte de Pablo Picasso, cayó en cama. Y la fiebre y el malestar no lo soltaron durante dos largos días. Cornelis Zitman, el artista plástico, escultor y dibujante holandés-venezolano, quien falleció el sábado pasado en su casa de Caracas, a los 89 años, supo darle a aquello una explicación personal: se trataba de su padre artístico.

O por lo menos Zitman lo decidió así cuando era muy joven y fue a ver una exposición de Picasso, cuya obra, por cierto, no le gustaba del todo. Hasta que vio el cuadro El descanso, del pintor malagueño.

«Me impactó de tal forma que me senté en un banco enfrente y lloré. Era terrible, pero era verdad. Yo me sentía así como en ese cuadro. Me di cuenta de que Picasso sentía lo que yo sentía: la desesperación, la guerra, el no ser parte de la pintura bella. Se me abrió la puerta a lo que es la expresión plástica. Desde ese momento lo declaré mi papá«, confesó Zitman en el año 2006. Sólo que, siempre tan humilde, solía agregar que él estaba a años luz del gran Picasso.

Cornelis Zitman nació el 9 de noviembre de 1926 en la localidad de Leiden (Países Bajos). Sólo que veinte años más tarde, tras concluir sus estudios formales, para huir de la guerra, decidió subirse a un barco sueco con destino a Venezuela, y es aquí donde consolida una importante obra artística y docente.

Primero llegó a la ciudad de Coro, donde trabajó como dibujante técnico. Y luego se trasladó a Caracas, donde comenzó a diseñar muebles, y donde se instaló de manera definitiva.

Fue en su casa, ubicada en La Hacienda La Trinidad, donde murió el sábado pasado; donde vivió las últimas cinco décadas junto con su esposa; y donde creó a sus amadas mujeres de metal y bronce.


Bailarina descansando, Señora hamaca, La cama grande, Las tabaqueras de Sorocaima o L’inconnue, todas habitaron esa casa-taller-museo. Un trapiche abandonado que fue convertido en su patria, como él mismo comentaba. «Ellas han crecido aquí».


De ellas, por cierto, 100 fueron exhibidas en 2006, durante seis meses, en el Museo de La Haya, como un homenaje al escultor que emigró de su país y llegó aVenezuela. Y a Zitman le preocupaba lo que iban a decir los holandeses:

«Pensaba en qué iban a decir los holandeses de mis esculturas, que son un poco exóticas, un poco raras«, comentó en aquella ocasión. Sólo que, para su sorpresa, fue un éxito increíble: la visitaron 42.000 personas que acudieron de todas partes.

Y aunque el propio Zitman no se daba a sí mismo el crédito de gran creador, el investigador y crítico de arte venezolano Perán Erminy no tiene pruritos en calificarlo como «el más grande escultor que ha tenido Venezuela».

«Así como Narváez fue el padre de la escultura moderna en el país, Zitman fue su mayor exponente. Las mejores esculturas que se han visto en Venezuela son las suyas», asegura Erminy, quien resalta además la humildad y la honestidad del creador.

«Los artistas no suelen enseñar sus trucos a nadie. Cuando algún alumno les pregunta, le dan una explicación incompleta. Pero Zitman no era así. Él se empeñaba en enseñar al alumno. Era sumamente modesto y nunca se vanagloriaba de nada«, agrega.

Y la curadora venezolana Bélgica Rodríguez lo corrobora sin ambages: «Su aporte al desarrollo de la escultura contemporánea en Venezuela es fundamental. Fue un artista que, a su llegada a Venezuela, se incorpora al universo cultural del país. Primero como diseñador industrial y luego como escultor. Desde ese momento mantuvo un especial afecto hacía este país, que le abrió las puertas como a todo artista o persona que ha venido a vivir aquí».

No es poco el aporte de Zitman, agrega Rodríguez, a la escultura venezolana. «Él defendió la figuración con mucha honestidad y humildad frente el interés profundo que existió en los años 60 por la geometría. Abrió las puertas a un tipo de escultura muy ligada a un universo internacional. Creo que tuvo la gran sensibilidad e inteligencia de tomar lo mejor de sus dos mundos, de su Holanda natal y de su Venezuela adopatada, para hacer su obra».

Y agrega: «La figura en Zitman no está sola: siempre está dentro de un contexto, rodeada de uno o varios objetos. Así que no es la figura sola la que habla, sino todos los elemento. Eso hace que su obra sea bastante compleja, aunque visualmente sea fácil de identificarse. Pero siempre tiene un secreto».